sábado, 25 de octubre de 2014

¿Cómo se educa en las familias y en la escuela a los chicos que tienen la ciudad llena de pintadas y los que tiran por el suelo papeles?


 Tenemos que volver al pasado para recuperar, con carácter generalizado, la urbanidad y el civismo, pero no sólo en las aulas, como parece que se quiere conseguir (o se debería perseguir) con la nueva asignatura de formación ciudadana, sino en el seno de las familias, de las empresas, de los sindicatos, de las formaciones políticas y hasta en las comunidades de vecinos.
Urbanidad y civismo no son la misma cosa, pero suelen ir de la mano. Cualquiera habrá comprobado que aquellas personas que, en el trato social, se muestran amables y educadas, también se comportan como buenos ciudadanos. Los chicos que no sólo no saludan cuando se cruzan con vecinos, sino que ni siquiera contestan al saludo de éstos, lo más probable es que sean los autores de las pintadas en los ascensores
La urbanidad podría ser un antídoto contra la crispación y la intranquilidad. Valdría incluso para los políticos. Como el civismo, como el comportamiento de buen ciudadano, todo lo contrario de quienes hacen gala, permanentemente, de mezquindad, vileza y grosería. Si ser cortés y caballeroso es una antigualla, es preciso un esfuerzo de los diseñadores del futuro para recuperar (como se hace con la moda) esos valores para la pasarela de una sociedad que ha perdido el norte, el sur, el este y el oeste, o sea,  que está desorientada.

Se supone que somos más cultos que nunca, pero no es creíble mientras reprobemos  o perdamos en urbanidad y civismo, dos asignaturas que hay que implantar de nuevo. Pero ya y comenzando por la familia y las aulas. Por favor.

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